En aquellos días se promulgo un edicto del Cesar
Augusto, para que se empadronasen todo el mundo. Este primer
fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban
a inscribirse, cada uno a su ciudad de orígen.
José como era de la casa de David, subío desde
Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David, llamada Belén
de Judea para empadronarse con María, su esposa que estaba en
cinta.
Y sucedío que cuando allí le llego la hora del parto y
dío a luz a su hijo, lo envolvio en pañales y lo recosto en un pesebre
porque no hubo lugar para ellos en la posada.
María dio luz a su hijo, lo envolvio en pañales, y lo acosto en un pesebre
En el principio existía la palabra y la palabra era de Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
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En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres y
la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencierón
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. La palabra era la luz verdadera que
ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba y el mundo fue hecha por ella, y el mundo no la conocío. Vino a su casa y los suyos no la
recibieron. Pero todos los que la recibieron les dio poder para hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nacío de sangre, ni de deseo de hombre, sino
que nacio de Dios.
Y la palabra se hizo carne y puso su Morada entre
nosotros y hemos comtemplado su gloria, gloria que recibe
del Padre como Hijo unico, lleno de gracia y verdad:
Evangelio San Juan.
EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITO ENTRE NOSOTROS